-Tener la intención de alcanzar los más altos objetivos del aprendizaje.
- Pretender tener el mejor servicio educativo del mundo.
- Pretender que tu nación realce entre las naciones.
O sea, no se puede mejorar la Educación sin ambiciones. Pero, la ambición de los demás grupos y países no debe ser desestimada.
Y quiénes pretender ser los mejores, y por eso que se les rinda pleitecía, no sólo van a competir de forma limpia. Ellos compiten haciendo invisible al contrincante, o sea, impidiendo su acceso a la prensa.
También mediante la promoción de figuras que ayudan a crear y establecer determinadas conductas e ideas que favorecen sus privadas intenciones de hegemonía: modelos de belleza, de arte, de pensamiento, profesionales de diversas ramas, políticos…siempre y cuando, se sometan a los dictados de sus pretendidas ansias de control cultural.
Esta claro que una cosa es ser como un fuego prendido en las periferias de la cultura imperante y que se aviva con las pequeñas ramitas traídas por cada persona que se siente cálidamente comprendida e iluminada, y otra cosa son los enormes fuegos promovidos por litros de combustible a disposición, listos a ser consumidos para llamar la atención.
Unos se invisibilizan y siendo, también, invisibilizados por los poderes imperantes, suelen ser traídos a la sociedad por otros que conocen de su luz.
Otros prefieren mantenerse en las periferias recibiendo cálidamente unas llamitas de luminosidad.
Otros hacen un esfuerzo enorme por mostrar sus luces y son castigados, como Prometeo, por quererle abrir los ojos y el corazón a los hombres.
Así se sacrifican, y aunque destruidos, causan la liberación de miles de buenas intenciones.
Otros, en definitiva, ceden a las presiones y tentaciones y deciden “vestir” su luz, con ropajes “para la ocasión”. Ocasión de “parecer” luminosos, y de recibir los halagos del poder de parte de los subhumanos, que tocan muy bien el bombo, encienden neumáticos y enarbolan inmensas pancartas.
Javier Ignacio Álvarez
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