Si uno habla o actúa con un pensamiento mal intencionado, que busca solapadamente el mal, o el propio bien a cualquier costo, entonces el
sufrimiento le sigue.
Si, por el contrario, uno tiene buenas intenciones aún a costa de renunciar a la autosatisfacción, entonces la felicidad le sigue como una sombra que jamás lo abandona.
Si estamos resentidos con el otro somos esclavos del odio. El odio nunca se extingue por la venganza. No hay salida para el odio, no hay solución para el odio; es un laberinto sin salida; sólo se sale de allí mediante la propia muerte.
Si hubiera alguna especie extraterrestre que pretendiera evaluar a la especie humana para decidir si somos dignos de seguir usando el planeta Tierra, los únicos que superarían la prueba serían los budistas por causa de sus prácticas de amabilidad, compasión y amor al prójimo.
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